La Constitución como ley suprema establece los principios básicos de la organización del estado, señalando los derechos y libertades esenciales para todas las personas e indica las normas mínimas de la organización del Gobierno y demás instituciones públicas, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico, social justo y una convivencia en armonía y paz.

En treinta años de vigencia, nuestra constitución ha sido objeto de más de 50 reformas y seguimos sin resolver los tantos problemas sociales que nos aquejan y que tienen al país sumido en una crisis social cada vez más profunda, valdría la pena reflexionar si la constitución de 1991 ha cumplido su objetivo para superar las debilidades que nos aquejan, en lo social, lo político, lo jurídico, lo económico, la seguridad y convivencia. Será que falta consenso social, que la ciudadanía no se siente protagonista del cambio institucional y no toma conciencia del significado de la carta magna en nuestra democracia que debe ser inclusiva, deliberativa y participativa.

Sin duda, el mayor obstáculo para la aplicación de sus postulados se encuentra en: la guerrilla, el narcotráfico, la persistencia de los altos niveles de violencia, la criminalidad, la degradación de la política, la impunidad y la corrupción desbocada.

La Constitución de 1991, fue producto de un consenso nacional por buscar la convivencia pacífica y un país mejor para todos, pero hoy vemos el modelo clientelista ha obstaculizado la eficacia de las reformas que se necesitan lo que constituye una contradicción entre la esperanza de transformación que creó la constituyente del 1991 frente a la realidad que vivimos.

Es urgente establecer un nuevo orden sobre la base de principios sólidos de moral, ética y bien común, de lo contrario no habrá presente, ni futuro cierto. Es apenas de sentido común que las personas que lleguen a los cargos públicos, sean verdaderos adalides, que con su honradez y liderazgo saquen avante los destinos de esta bella Colombia.

Si proseguimos la vida, sin esforzarnos por fundamentar nuestra sociedad, seguirá pendiendo de un hilo ese anhelado sueño de una Colombia en paz y mejor para todos. Colombia con tantas riquezas naturales y culturales, nos debe llenar de esperanza de que otro País es posible.

Consolidar las instituciones y llevar adelante las reformas más apremiantes para depurar el sistema político, judicial y el régimen electoral, son reformas que harían realidad los mandatos del constituyente.