El amor de dios y nuestra insensatez


Escrito por: Rebeca Botache de Sandoval.
Abogada de UNICIENCIA.


CORONAVIRUS: Pandemia. Gran sorpresa para Colombia y el mundo. Situación que ha golpeado a todo ser viviente de la tierra, siendo el más afectado, el ser humano, en todos los aspectos, sometiéndolo, primero, al Gobierno de Dios, segundo a los mandatos gubernamentales de la Tierra, en cada País. Damos gracias a Dios porque Colombia ha permanecido de pie, orando, clamando y suplicando, ya que somos conscientes de que, sin Dios, el ser humano no puede pelear. En toda esta pandemia solo Dios ha dado fuerza, valor, sabiduría y tiempo libre para reconocer humanamente los propósitos de Dios para con el mundo entero por lo que debemos prepararnos para los cambios que se avecinan como consecuencia de la pandemia.

Las normas y reglas han sido cambiantes, y se establecen de acuerdo con la dinámica de la misma pandemia, por lo que solo la fe y la esperanza hacen que Colombia acepte las disposiciones gubernamentales, porque en esta “pelea” nadie se puede revelar pues no hay un enemigo visible al que se pueda combatir. A nivel mundial, se debe reconocer la necesidad de adoptar los cambios que salvaguarden la integridad y la salud humanas.

El virus se encuentra en el aire, el oxígeno que Dios nos proporciona desde el vientre de nuestra madre, en la bendita concepción (Éxodo 16:3). Todo ser viviente se debe disponer para toda buena obra, y con esta actitud podremos marcar la diferencia. Colombia ha tomado en serio la pandemia por lo que, con la orientación y organización liderada por el señor presidente, IVAN DUQUE, y su gabinete, se ha tomado el yelmo de la verdad, del orden y la disciplina, lo que ha conllevado al cumplimiento los protocolos, viendo la importancia de trabajar mancomunadamente para minimizar el impacto del virus, y así salvarnos unos a otros. Sin embargo, necesitamos de más fe y sabiduría para entender que no es fácil gobernar a un pueblo incrédulo, sin tener en cuenta que todo Gobierno tiene que ver con el Gobierno de Dios. Nada es aprobado, si no es aprobado por Dios.

En Colombia se realizaron censos para ayudar a los más vulnerables, con subsidios económicos, alimentos, entre otros. Se tomaron medidas drásticas como el aislamiento social, en particular para niños y ancianos, y el cierre del paso por las fronteras terrestres y aéreas, logrando desacelerar el aumento de la pandemia en nuestro País. Colombia ha aprendido que con la unión y la solidaridad sincera, buena y sana se logran resultados que redundan en el bienestar de todos, a pesar de la crisis, que, en todos los sentidos, se genera por esta situación. Por lo mismo, y aunque nadie estaba preparado para afrontar tal escenario, se han creado leyes, decretos, normas que faciliten el control del manejo de cada una de las circunstancias que se han presentado como consecuencia de la pandemia, las cuales, en general, han sido impredecibles, por lo que ha sido necesario realizar los ajustes pertinentes.

Entre estas normas y leyes se encuentran los Decretos 766 del 29-05-2020, 800 del 04-06-2020 y 847 del 14-06-2020, a través de los cuales se ha podido dar respuesta oportuna al cubrimiento de las necesidades básicas de poblaciones vulnerables, así como el que se cumpla debidamente con los protocolos de protección, lo cuales son de obligatorio cumplimiento para todos.

Esta experiencia nos ha enseñado cuán vulnerables y débiles somos y que debemos aceptar la disciplina de Dios, que con la ayuda mutua somos más que vencedores. Gracias a Dios, en Colombia tenemos la bendición diaria, así como la alocución diaria del señor Presidente Duque, donde se nos instruye y actualiza respecto a los cambios que se han ido dando en el manejo y evolución de la pandemia.

La esperanza es, que ayudar nos hace bien; que debemos seguir preparándonos y fortaleciéndonos para ganar la batalla, siendo conscientes de que lo bueno nos beneficiará a todos, máxime, cuando la expectativa de una vacuna aún está lejana, por lo que seguimos dependiendo todos de todos.

Dios permita que pensemos que la vacuna somos cada uno de nosotros, y que ésta se encuentra en nuestro corazón, en revisarnos y evaluarnos, en fortalecer lo bueno y en modificar aquello que vulnera los derechos míos y los del otro.

¡Dios bendiga este tiempo ¡(Jeremías 1:10; Santiago 4) Éxodo 15:26


 

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