Roles y retos del sector académico ante la coyuntura del proceso de paz en Colombia


Por: Carmen Elisa Therán Barajas, directora programa académico Administración de Empresas

Según (Naciones Unidas, 2015), los resultados de los Objetivos del Milenio (ODM), señalan entre otros como la desigualdad de género todavía persiste, el cambio climático y la degradación ambiental socavan el progreso logrado, y las personas pobres son quienes más sufren, señalando además la existencia de grandes brechas entre los hogares más pobres y los más ricos, entre zonas rurales y zonas urbanas. El monitoreo del Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM), dejó de enseñanza la importancia de los datos como elemento indispensable en la agenda para el desarrollo, donde la verdadera mejora a partir de los datos ocurre cuando la demanda y el apoyo de las políticas se conjugan y a pesar de las mejoras, todavía se carece de datos claves para el diseño de políticas de desarrollo, es decir se necesitan datos de mejor calidad para la agenda del desarrollo después de 2015.

Por lo  anterior se  han  propuesto  Objetivos de Desarrollo  Sostenible (Naciones Unidas, 2015), en una agenda a desarrollarse hasta el  2030, donde para este caso  se  rescatan los objetivos del 8  al  12:

  • 8. Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos
  • 9. Desarrollar infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación
  • 10. Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos
  • 11. Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles
  • 12. Garantizar las pautas de consumo y de producción sostenibles

Estos objetivos están inmersos en  el  plan nacional  de desarrollo, en el  plan departamental y deben  estar  en  los planes de desarrollo municipales, luego  como  dictaminó Naciones Unidas sin una buena información no  es posible decidir una buena política pública que permita garantizar pautas de consumo y producción sostenibles.

Es en este punto  donde la Universidad tiene que hacer presencia a partir de sus procesos no  solo  investigativos sino  de acercamiento  a la realidad territorial, de tal forma que pueda ser capaz de apoyar y  liderar  procesos donde desde sus diferentes programas pueda generar  soluciones de competitividad de los productores tanto  urbanos como rurales, que permitan mejorar la calidad de vida y el bienestar  de sus comunidades; es decir, se debe aportar  a partir de la gestión de la innovación  y  conocimiento al servicio  de la población vulnerable y así  contribuir a cerrar  brechas urbano-rurales para el  bienestar  social.

La Universidad está llamada a plantear  las políticas de largo  plazo para contar con un  desarrollo  donde como lo plantea Eduardo  Mantilla (2016), este se vea como un sistema integrado de los contextos social, económico y ambiental, donde los tres sean sostenibles  para que el  desarrollo  del país  permita la supervivencia  humana con más dignidad, es decir, calidad de vida y  bienestar  social, manteniendo las condiciones de libertad, autogestión y autoestima. Esto se logra si  se interrelacionan  el  capital humano  con el  capital tecnológico y  el  capital natural, es decir, no  basta con trabajar  sobre el  capital humano  y tecnológico si no  se construye pensando  en  cuidar el  capital  natural. Un profesor debe pensar y enseñar no solo el desarrollo de una herramienta tecnológica, sino  además, dar  a conocer  como precisar indicadores que respondan  al  cuanto, cómo, para que, de las TIC, o sea, la medición de este capital tecnológico, además de su  trayectoria  para definir el impacto y así  conocer cuál  es el  peso  explicativo para el éxito  escolar.

Colombia es un país rico en minerales tales como oro, agua, carbón, petróleo entre otros, además tiene en abundancia de flora y fauna; los cuales han sido motivo  de  conflictos, lo que la sociedad  no ha entendido es  que la naturaleza se debe cuidar,  de ello depende la calidad de vida que tenga cada ser humano, pues las relaciones sociales deben mantener una relación de lo económico y ambiental que permita cuidar la naturaleza.

Esta riqueza y su desarrollo  alrededor  de  la monoproducción,  han hecho  de Colombia un país con grandes aprendizajes, pudiéndose decir como con el caso del sector  cafetero que ha sido  intensivo  en  mano  de obra, que influye en  el  empleo  rural y se ha articulado  a la comercialización internacional, cuenta con una experiencia que puede ser replicable en  el  sector rural  y  donde su estrategia y liderazgo  empresarial  permiten  al  país replicar  este desarrollo  empresarial  rural en  un proceso de paz como  el  que se vive actualmente.

El sector petrolero ha sido  intensivo  en  medios de capital en  todas sus fases y ha aportado  a la dinámica macroeconómica del país, pero  este negocio como lo observa Aristóbulo  Bejarano (2016) después del 2010 para países consumidores como  Estados Unidos si  el precio internacional es bajo su  economía crece, contrario  al  caso de Colombia que es país productor y  donde si  el precio internacional  baja la economía decrece. Por esto  en sus recomendaciones plantea que se debe considerar  en  forma prioritaria el  entorno humano, social  y  ambiental y por ello  las políticas públicas  frente a ingresos petroleros, caso  regalías, debe darse desde un checklist de rendición de  cuentas donde se tenga información, consultas, acciones, cogestión, reportes de quejas y peticiones, para que con esta auditoría se pueda obtener beneficio con la innovación dada en este sector.

Esta propuesta vuelve a mencionar  información, y es así  como en  Colombia se habla a diario de indicadores como  el  empleo, pero  de él  no se señala su calidad, ni  el  tipo  de  empleo  y  si este le permite a la persona alcanzar mejores niveles de vida.

Desde los territorios se debe reconocer y tener en cuenta sus características y  particularidades económicas, culturales y  sociales, para poder  aportar  a la solución de sus necesidades garantizando  el  desarrollo  sostenible. Alcanzar  esta meta solo  se puede si  la Universidad busca crear  oportunidades de educación,  capacitación y acompañamiento  a los procesos de generación de empresas y esto  puede llegar  a permitir la participación activa de la ciudadanía, desde su  empoderamiento  para lograr  que  la institucionalidad pública sea parte de su propia transformación regional. 

El  departamento  de Santander se ha  considerado  líder a  nivel  nacional,  donde  según los estudios de la CEPAL (Ramírez J. & De Aguas P., 2015), ha permanecido  en  los cinco primeros lugares  a nivel  nacional,  ha mejorado al  pasar  su  participación en  el  PIB nacional  de 6,1% en  el  año  2006 a 6.9% en el 2014, esto  debido  a que  ha mejorado  sus condiciones para los negocios.

La economía santandereana está soportada  en  un sector  como  productos químicos y  derivados del  petróleo, actividad que recoge el 80.5% de la  actividad industrial  santandereana (Avellaneda & Cáceres, 2015), y este sector junto  con prendas  de vestir  ha mostrado  un decrecimiento  en  aporte de valor  agregado  del  2007 al 2012, y  sectores que  han  mostrado  crecimiento anual promedio en Valor agregado  han  sido en orden de importancia: edición e Impresión (32,8%), muebles y  maderas (19,6%), plásticos y  cauchos (12%), Minerales no metálicos (5,3%), Metalmecánica (4,2%), y alimentos (3,4%). Para el  2013 la industria fue el  sector  de mayor recuperación en  ventas las cuales están atadas al  mercado  local  y  no  al  internacional (Avellaneda & Cáceres, 2015).

Según la Cámara de Comercio  de Bucaramanga,  las empresas activas de enero  a abril  de 2016 son  289.829, de las cuales el  2,6 % son del  sector primario, el 17.3% son del  sector secundario y  el 80.1% pertenecen  al  sector terciario. Entre nuevas empresas 4,2% son del  sector  primario, 28% del  sector secundario y 65% del  sector  terciario. Las sociedades canceladas del  sector primario  3,4%, del  secundario  2% y  76,4% del  terciario. El promedio  de vida de las empresas en  Santander  es de 6 años y es claro  que  el  soporte de la economía está  dado  en el  sector terciario. Revisando  el  informe  sobre  empresas más antiguas por sectores de Santander se observa que el mayor número  de estas empresas está  en  comercio  y  hoteles (26 empresas), Servicios (20), Industria (15), Transporte y  comunicaciones (4), agricultura (5), construcción (5), agricultura (6) y  servicios públicos (2), dentro  de estas las micro  son  el  25%, las pymes 49,5% y grandes  25,3%. Esto  confirma la gran dependencia del  sector terciario y donde la empresa santandereana definitivamente es de mipymes.

La nueva coyuntura de disminución de precios del petróleo, la no  inversión para la  renovación de la refinería  de Ecopetrol  en Barrancabermeja, empieza a mostrar un panorama poco  alentador para el  departamento, donde como resultados en el  año 2014 los sectores estratégicos crecieron  por  encima del 5% con excepción de hoteles y restaurantes que  lo  hizo  al  2,5%, sector  relacionado con el  turismo, además si la  economía santandereana se mueve  al  rededor del  petróleo, queda el  gran interrogante, ¿Cómo el  sector  industrial, el sector hotelero, construcción, transporte y  comunicaciones, servicios de salud, podrán mantener el  crecimiento  del  departamento?

La perdurabilidad empresarial  en  Santander  es solo  de seis años,  indicando  esto que  hay un bajo  nivel  de aprendizaje  empresarial  y una causa es la  gran  dependencia del mercado  local, donde los principales sectores de la economía no  absorben  mano  de  obra calificada generando  bajos  niveles de innovación y desarrollo  de nuevos productos para alcanzar  así  niveles de competitividad nacional  e internacional.

Esto  lleva a realizar estudios del  sector  empresarial  en  Santander en  mipymes, que  señale sus niveles de competitividad, recursos de conocimiento y  aprendizaje, mercado, y calidad empresarial, siendo aspectos claves  del  análisis integral  de las empresas, que permiten  la formulación de políticas públicas para fortalecer  el  desarrollo  socioeconómico  del  departamento, quien  sigue siendo  considerado  como  una de las cinco economías más importantes del  país, pero su  gran  dependencia del petróleo  y las condiciones coyunturales del  momento  pueden cambiar las condiciones socioeconómicas del  mismo.

Luego la  gestión empresarial debe buscar la eficacia a partir de  la efectividad, es decir, hacer  las cosas que se tienen  que hacer y de la eficiencia hacer las cosas bien (Drucker, 1995) citado por (Redondo, 1999). El  alto  nivel  de competitividad exige de las empresas no solo conocerse internamente y  generar cambios en  el  corto plazo, sino  además tener en cuenta su ambiente externo  para ser  tenido  en  cuenta y por ello la ciencia administrativa ha avanzado pasando por  análisis de indicadores financieros, a administración por objetivos (APO), a sistemas de planeación, programación y presupuestación (SPPP) a la planeación estratégica y al análisis integral  de la empresa dentro  del  cual  se pueden incluir  tendencias de desarrollos propios del  manejo  de la competitividad en  épocas de  incertidumbre como por ejemplo la calidad total, mejoramiento  continuo, análisis integrales con sistemas de medición, pensamiento  sistémico, la ventaja competitiva, resiliencia, Innovación y Desarrollo, responsabilidad social empresarial, entre otras.

La etapa que está viviendo  el país, requiere  del sector privado el  rol  y la responsabilidad social empresarial, donde  se prevé como financiador por vía de impuestos y  contribuciones y  por otra parte empleador  de una nueva fuerza laboral en  los procesos de desmovilización y dejación de armas de los grupos al margen  de la ley, ante esto la academia debe ser líder  en  el  proceso de construir relaciones de confianza, donde a partir de los espacios de discusión se pueda aportar al fortalecimiento  de la institucionalidad y  buscar  el  desarrollo  local.

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