Los cinco jinetes de la Democracia


Escrito por:
María del Pilar Jaramillo Portela.
Abogada Uniciencista.
Terapeuta Ocupacional.
Especialista en Seguridad y Salud en el Trabajo.


La idea de parametrizar, estandarizar o ponerle marcadores a lo que unos y otros opinen o crean que es la democracia que están viviendo, resulta por demás un ejercicio que deberá repetirse cada vez que se encuentre un ciudadano diferente. Esto es, que cada quien tiene una idea diferente sobre el concepto de democracia.

Generalmente se asocia el concepto de democracia al bienestar o igualdad económica de los ciudadanos. Lejos de esto, la democracia debería entenderse como la búsqueda de la igualdad política de los ciudadanos.

¿Cómo entonces medir la democracia? Y lo que es más complicado aún, la “calidad democrática”. En este punto, la palabra calidad debe ponernos a pensar, pues se extrae de contextos claramente industriales, la calidad se asocia al proceso de fabricación de un producto y más que eso, a un “buen” producto. También tiene en cuenta el contenido o los materiales del producto en cuestión, es decir sus componentes, aquellos que lo definen y lo hacen de “calidad”. Existe un tercer aspecto en términos industriales, y es la percepción final del consumidor respecto de su satisfacción por el producto al cual accede y que dice tener cierta calidad. Así pues, las cosas con calidad responden a tres subcategorías: el proceso constructivo, sus componentes y la percepción final de quien las utilizará; el conjunto de esto determinará si el producto es de calidad o no.

Entonces ¿la democracia, si tiene calidad es buena? Y ¿cómo es la mala democracia?

Como se señala, el asunto es ponernos de acuerdo sobre lo que se entiende por democracia, y los atributos que la hacen de “calidad”. Siguiendo lo planteado por ROSS, el concepto de democracia está vinculado al cómo las sociedades organizan el poder estatal para ejercer la autoridad pública o política1.

Leonardo Morino define que una democracia de calidad se traduce en un ordenamiento institucional estable que cuenta con instituciones y mecanismos que funcionan correctamente, y que existe respeto por los principios de la libertad e igualdad. Por tanto, una buena democracia es un régimen con amplia legitimidad2.

Sin embargo, para contextualizaciones mundiales, es el concepto del profesor, Robert Alan Dahl, el que ha prevalecido en las últimas décadas. Él es de obligatoria mención en los estudios de cualificación y calificación de la democracia moderna; fue él quien instituyó la palabra Poliarquía al referirse a los sistemas modernos de participación ciudadana, a la pluralidad de grupos políticos que, aunque compitiendo, se colaboran entre sí para gobernar una nación, creando democracia.

Así que ¿sobre qué galopa la Democracia? ¿Cuáles son sus bases fundamentales? ¿lo que realmente la define y la acerca a una realidad ciudadana? Citando entonces al profesor Dahl, para medir la calidad de una democracia se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:

Participación efectiva: los ciudadanos deben tener oportunidades iguales y efectivas de formar su preferencia y lanzar cuestiones a la agenda pública y expresar razones a favor de un resultado u otro. Que exista entonces un Estado de derecho que legitime y permita al ciudadano expresarse y acceder a las garantías constitucionales necesarias para su desarrollo como agente causal de cambios significativos en el contexto político e histórico del cual se apropia mientras ejerce su ciudadanía.

Igualdad de voto en la fase decisoria: cada ciudadano debe tener la seguridad de que sus puntos de vista serán tan tenidos en cuenta como los de los otros o lo que es igual, a una efectiva representación política, con elecciones libres y limpias. ¡Esto sí debería merecer capítulo aparte! ¿Elecciones limpias? Entonces no existiría el trasteo de votos, las cédulas falsas o duplicadas, los muertos votantes. En cada país de Latinoamérica, y Colombia no es la excepción, una vez se empiezan elecciones, llegan comisiones internacionales para servir de garantes al proceso electoral. ¡Para luego decir que sí, que todo tranquilo y trasparente, el triunfo de la democracia una vez más! Ya empezó a cojear este jinete.

Comprensión informada: los ciudadanos deben disfrutar de oportunidades amplias y equitativas de conocer y afirmar qué elección sería la más adecuada para sus intereses. En otras palabras, accesibilidad a medios de comunicación y certeza de información junto con una efectiva participación ciudadana en cada proceso ¿Otro capítulo aparte? Pues en Colombia se asesinan periodistas políticos y detractores del sistema con una impunidad que deja sin alas a las voces de expresión, una impunidad que cuando no es asesinada, es amordazada y constreñida, obligando a periodistas a exiliarse por lapsos que podrían ser toda una vida.

Control de la agenda: el Demos o el pueblo deben tener la oportunidad de decidir qué temas políticos no se someten y cuáles deberían someterse a deliberación. Lo anterior está relacionado con la gobernabilidad y rendición de cuentas que los gobernantes le deben a sus electores; si lo ponemos en contexto constitucional, esto es el voto programático, si el gobernante se compromete durante su campaña con actuaciones o actividades que luego no cumpla, pues el pueblo tiene la potestad para exigirle o pedirle cuentas. En esto Colombia es tímida, pues, aunque envalentonados los Senadores llaman a cuentas a los Ministros, no se ha visto en Colombia el primer Alcalde, gobernador o Presidente a quien el pueblo le haya exigido a pie juntillas el cumplimiento de sus promesas electorales.

Inclusividad: la equidad debe ser extensiva a todos los ciudadanos del estado, todos tienen intereses legítimos en el proceso político; pero también debe ser incluyente en la esfera política internacional. Una democracia debe tener claros los lineamientos de Derecho Internacional y hacer de la cooperación y la transparencia de sus actos una carta más en las relaciones con sus ciudadanos. Y ¿sobre qué galopa la democracia en Colombia? ¿Cómo se mediría la calidad de ésta? Para el caso concreto de nuestra querida Colombia me referiré sólo a lo que concierne al derecho al voto, elecciones libres y limpias, la inclusión de todos los miembros de la sociedad en las decisiones políticas que fortalecen la democracia del país.

Si revisamos el concepto de elecciones libres y limpias, no bastaría para responder la pregunta, porque de hecho en nuestro país existen elecciones, pero los poderes políticos y los partidos en contienda deberían tener reglas claras (¡ah! ¡que las hay!), pero por sobre todo, una adhesión total a los mecanismos de juego o disputa electoral. Se supone que un proceso electoral abierto y popular es el primer paso para la democratización de la política, como método para seleccionar representantes que trabajen y enaltezcan la calidad de su investidura.

Las elecciones libres y democráticas, con pluralidad de partidos políticos en Colombia es algo muy nuevo. La verdadera democracia en Colombia no tiene más de 60 años, pues el golpe de Rojas Pinilla y luego el Frente Nacional no permitieron la inclusión de otros partidos políticos que no fueran el Liberal y el Conservador.

Pero sólo hasta la Constitución de 1991 se consagró el derecho de conformar nuevos partidos y con la reforma política del 2003 se esclarecieron las reglas de juego para las votaciones.

¿Entonces el voto? ¿El libre y particular? Es realmente consciente el elector colombiano de su responsabilidad o siguen votando por los amigos, el gamonal del pueblo o amedrantados por grupos subversivos (¡ah no! ¡Dizque ya no hay)… las noticias nos dicen que esto pasa cada vez menos!! ¡Cada vez menos!! Todavía hay rezagos de lo que oscureció las votaciones anteriores, la famosa parapolítica y Farcpolítica, que tienen en la cárcel a la mitad de los dirigentes de los distintos partidos políticos; de todos los grupos hay alguien involucrado.

Terminando esta disertación, cada día que pasa es deber de los ciudadanos con derecho al voto investigar y conocer las causas y los representantes que apoyan, y es deber del Estado, fortalecer los mecanismos de defensa y apoyo al ciudadano del común y especialmente a quienes geográficamente están en medio de fuegos cruzados, y por intimidación apoyan a quien tenga más poder militar en la zona. Lo anterior con el fin de garantizar los procesos electorales y mejorar la calidad de la democracia en nuestro país.

 


BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS

BOTERO Felipe, y otros. Sobre Forma y Sustancia, Una evaluación de la democracia en Colombia. Documento N° 7, Documentos de trabajo. PUND, IDEA Internacional, 2009 ESCOBAR, Modesto. La calidad Democrática. Una propuesta para su medición por expertos, 2011 OLIVARES, Lavados Alejandro, Calidad de la democracia y gestión pública.

1Citado en: La calidad de la democracia en América Latina, OLIVARES Lavados, Alejandro.

2Citado en: La calidad de la democracia en América Latina, OLIVARES Lavados, Alejandro.

 

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